Bajas al garage con el casco en la mano y la cazadora abierta.
Te quedas un rato mirando la moto...
Te acercas, le das al On, pulsas el arranque y...
Con las primeras pistonadas, un escalofrío te recorre la espalda.
Mientras te abrochas el casco y la cazadora y te pones los guantes
tienes una extraña sensación de sentirte más vivo si cabe.
Si no sientes esto (que mucha gente no siente, o siente con
otras máquinas) olvidate de la harley, no es para ti.
Puede sonar a tópico, pero es así, nos guste o no.
Después está la máquina, el hierro, lo que nos produce estas
sensaciones. Sus vibraciones, sus pistonadas, su par...
¿que no es perfecta?, ¿y quien lo es?, ¿que cosa es perfecta?
Todo puede fallar, máquinas y personas (casi más estas que
nuestros hierros).
Cuando subes en tu harley, da igual si vas a por el pan, o a la
otra parte de la península. Ella te va a llevar sin rechistar.
Solo tienes que saber lo que tienes entre manos, cuidarla,
mimarla y tratarla como se merece.
Con estas motos no solo disfrutarás de tu destino, también
disfrutarás del camino (puede que incluso más).
Si tienes miedo de que te deje tirado (que no tiene porqué)
no solo te vas a perder unos momentos únicos, sino que, además
no vas a beber de las mieles del placer. Los desastres pueden
pasar en una moto, en un coche, con un amigo, con un amor...
¿dejamos por eso de disfrutar de su compañía mientras podemos?.
Se dice que uno no elige su moto, que es ésta la que te elige a ti.
Creo que con nuestros hierros esta afirmación es absolutamente cierta.
Si no sientes eso (que como te he dicho, muchos no lo sienten) ni te
acerques a ellas.