Yo te lo explico...
Empezaron jóvenes universitarios, sobre todo de otras comunidades autónomas y que tenían amigos y compañeros en zonas afectadas. Fueron prácticamente con lo puesto, el siguiente fin de semana, aunque sea a apartar trastos. Ahí vieron que hacían falta palas, botas, cepillos, y lo comentaron a amigos y compañeros. Al día siguiente se dobló el número de voluntarios con la gente de la zona, y así cada fin de semana doblándose y creciendo exponencialmente el número de implicados. A esto favoreció las redes sociales, que hicieron de altavoz e hizo que más gente quisiera participar.
Posteriormente se trató de organizar a éstos voluntarios a partir de las instituciones, y fue un pequeño gran desastre. El tema de quedar en la ciutat de les arts para fletar autobuses petó, porque había mucha gente y pocos autobuses, y porque se intentó llevar a voluntarios a limpiar centros comerciales.
Sigo: los chavales de los mismos pueblos y sus redes también hicieron que los amigos y compañeros de otras poblaciones no afectadas se acercaran a ayudar. Lo mismo que los adultos, que se desplazaron con sus hijos ya crecidos a hacer lo que pudieran. Lo que también hizo que esa juventud con más fuerza y energía quisiera seguir colaborando.
En resumen, y aunque la gente no se lo crea, la naturaleza humana lleva dentro la cooperación y la ayuda al prójimo. Y en situaciones de catástrofe es donde más se puede comprobar. Es sencillo.