josemariasanz
Well-Known Member
Ojo: este es un artículo de opinión, solamente eso. No tengo intención de molestar a nadie. Lo he puesto en mi blog pero lo comparto aquí.
El mundo de las marcas es enorme, tan grande como el de los clientes. Porque un motero es un cliente como los demás. Al motero le gusta pensar que es un cliente diferente, distinto. La moto es un producto especial. No todo el mundo tiene una moto ni la quiere. Además, conducir en moto es peligroso. Si miramos las estadísticas de siniestralidad veremos cuál es la principal causa de muerte en las carreteras.
Dentro de este mundo hay muchas granjas diferentes: están las motos de colores que corren como diablos y que son conducidas por diablos que juegan con la raya continua de la legalidad. A nadie se le escapa los constantes incumplimientos del Código que vemos en cualquier carretera de sábado por la tarde. También vemos los incumplimientos de coches, de bicicletas, de camiones. Pero los de las motos parece que son más llamativos. Un conductor de coche siempre mirará al motero como a un ser que vive fuera del Código de circulación.
También están las motos de aventura: esas motos con tres cajones de aluminio, imparables, que van a toda pastilla, que son capaces de pisar cualquier terreno y que, sin duda, proporcionan al motorista experiencias fantásticas.
Además de las motos de colores y de las de aventura están los scooters, las motos ciudadanas por excelencia, usadas para ir y para venir y para filtrarse por entre los coches poniendo los pelos de punta a más de uno.
Y luego, por fin, están las motos de paseo. Son las motos negras -o rojas o blancas o amarillas- cuyo montador va cómodamente sentado sin necesitar ser el primero, ni de ganar en el semáforo ni de correr en demasía.
Seguro que hay un montón de motos que no describo, pero creo que entrarían en alguno de estos cuatro cajones: motos de colores, de aventura, scooters y paseo.
En este artículo me voy a centrar en las motos de paseo y, dentro de ellas, me voy a ceñir a las motos que produce la Harley-Davidson Motor Company. Yo tengo una. Es una Sportster Iron 883. Una moto preciosa, si se me permite decirlo. Tengo para mí que si miramos el perfil de usuario de las motos de la MoCo obtendríamos un retrato robot, un prototipo de propietario: hombre, más de cincuenta y cinco años, con barba, de clase media para arriba, de naturaleza urbana y con la vida resuelta. Harley-Davidson fabrica para ellos. Y les entrega motos de toda la vida. Motos de concepto antiguo y de factura moderna. HD ha conseguido mantener la esencia centenaria en unas máquinas llenas de tecnología punta. Mantiene el sonido, mantiene la fortaleza, mantiene el hierro y mantiene la ineficacia de sus motores. Cada vez que Harley ha querido avanzar la parte motor el público se le ha echado encima. No se tocan los motores. Díganselo a la VRod o a la nueva familia Street. Si un motor nuevo resta esencia de marca, ese motor será rechazado por la clientela, y los mismos que alaban a la MoCo se convertirán en sus principales detractores.
El público del futuro, ¿cuál será? Los que hoy son chavales, ¿querrán poseer una moto que tiene un motor que fue diseñado hace cuarenta años, que tiene casi 900 centímetros cúbicos y que rinde la mitad de potencia que un motor de moto japonesa que, además, cuesta la mitad de dinero? ¿Qué va a tener que matar Harley-Davidson para sobrevivir? ¿Tendrán que reformular su Misión, Visión y Valores? ¿Morir o vivir en otro sitio? Es incontestable que la brecha generacional se abre cada vez más, y aunque encontramos chavales jóvenes que se enamoran de una Harley, éstos no son legión, no van a ser capaces de mantener abiertas las fábricas de la Compañía. Esos chavales son los que se están comprando una Street, moto potente, que corre que se las pela, que puede mirar de tú a tú a todo Japón, y que tiene evidentes trazas de su origen americano y férreo. La educación que estamos dando a los jóvenes tiene un foco irrenunciable: el mundo de la eficiencia energética y el de la estética de lo no contaminante. O sea, la inyección y la electricidad. No educamos en la patada sino en la electrónica.
¿Qué pasa cuando una empresa solo invierte en tecnología pero no invierte en nuevos conceptos? Pasa que, a medio y corto plazo, se quedará sin clientes. Alguien, en Harley-Davidson, se ha sentado a pensar en ello. Seguro. Y por ello, nosécuántos cientos de miles de harlystas se han enfadado por hacer motos refrigeradas por agua… La edad de los clientes avanza, el resto del mercado avanza, y los viejos harleros no parecen darse cuenta de que una marca así no puede sobrevivir en un mercado en el que los productos de segunda mano quintuplican en ventas a los productos nuevos. De todos es sabido que el mercado Harley-Davidson de segunda mano es mucho más amplio que el de motos nuevas. A mí me parece razonable que Harley no se quede sentada, mano sobre mano.
Harley-Davidson nos ha atrapado con sus diseños, con su sonido, con su simplicidad mecánica, con su estética, con su no correr montados en un caballo de hierro. Con sus motos estrechas, alargadas y bajitas. Con sus lienzos en blanco -en negro- para que los podamos personalizar hasta el último detalle. Ser capaz de comprar una moto que no anda pudiendo haberse comprado dos motos veloces… eso es algo que no hacemos cualquiera. Pero pienso una cosa: la sensación Harley-Davidson, ¿para quién va a ser en el futuro? ¿Quién va a comprar una Harley en 2025? ¿Quién necesitará tener la experiencia Harley-Davidson dentro de 20 años?
Saludos,
El mundo de las marcas es enorme, tan grande como el de los clientes. Porque un motero es un cliente como los demás. Al motero le gusta pensar que es un cliente diferente, distinto. La moto es un producto especial. No todo el mundo tiene una moto ni la quiere. Además, conducir en moto es peligroso. Si miramos las estadísticas de siniestralidad veremos cuál es la principal causa de muerte en las carreteras.
Dentro de este mundo hay muchas granjas diferentes: están las motos de colores que corren como diablos y que son conducidas por diablos que juegan con la raya continua de la legalidad. A nadie se le escapa los constantes incumplimientos del Código que vemos en cualquier carretera de sábado por la tarde. También vemos los incumplimientos de coches, de bicicletas, de camiones. Pero los de las motos parece que son más llamativos. Un conductor de coche siempre mirará al motero como a un ser que vive fuera del Código de circulación.
También están las motos de aventura: esas motos con tres cajones de aluminio, imparables, que van a toda pastilla, que son capaces de pisar cualquier terreno y que, sin duda, proporcionan al motorista experiencias fantásticas.
Además de las motos de colores y de las de aventura están los scooters, las motos ciudadanas por excelencia, usadas para ir y para venir y para filtrarse por entre los coches poniendo los pelos de punta a más de uno.
Y luego, por fin, están las motos de paseo. Son las motos negras -o rojas o blancas o amarillas- cuyo montador va cómodamente sentado sin necesitar ser el primero, ni de ganar en el semáforo ni de correr en demasía.
Seguro que hay un montón de motos que no describo, pero creo que entrarían en alguno de estos cuatro cajones: motos de colores, de aventura, scooters y paseo.
En este artículo me voy a centrar en las motos de paseo y, dentro de ellas, me voy a ceñir a las motos que produce la Harley-Davidson Motor Company. Yo tengo una. Es una Sportster Iron 883. Una moto preciosa, si se me permite decirlo. Tengo para mí que si miramos el perfil de usuario de las motos de la MoCo obtendríamos un retrato robot, un prototipo de propietario: hombre, más de cincuenta y cinco años, con barba, de clase media para arriba, de naturaleza urbana y con la vida resuelta. Harley-Davidson fabrica para ellos. Y les entrega motos de toda la vida. Motos de concepto antiguo y de factura moderna. HD ha conseguido mantener la esencia centenaria en unas máquinas llenas de tecnología punta. Mantiene el sonido, mantiene la fortaleza, mantiene el hierro y mantiene la ineficacia de sus motores. Cada vez que Harley ha querido avanzar la parte motor el público se le ha echado encima. No se tocan los motores. Díganselo a la VRod o a la nueva familia Street. Si un motor nuevo resta esencia de marca, ese motor será rechazado por la clientela, y los mismos que alaban a la MoCo se convertirán en sus principales detractores.
El público del futuro, ¿cuál será? Los que hoy son chavales, ¿querrán poseer una moto que tiene un motor que fue diseñado hace cuarenta años, que tiene casi 900 centímetros cúbicos y que rinde la mitad de potencia que un motor de moto japonesa que, además, cuesta la mitad de dinero? ¿Qué va a tener que matar Harley-Davidson para sobrevivir? ¿Tendrán que reformular su Misión, Visión y Valores? ¿Morir o vivir en otro sitio? Es incontestable que la brecha generacional se abre cada vez más, y aunque encontramos chavales jóvenes que se enamoran de una Harley, éstos no son legión, no van a ser capaces de mantener abiertas las fábricas de la Compañía. Esos chavales son los que se están comprando una Street, moto potente, que corre que se las pela, que puede mirar de tú a tú a todo Japón, y que tiene evidentes trazas de su origen americano y férreo. La educación que estamos dando a los jóvenes tiene un foco irrenunciable: el mundo de la eficiencia energética y el de la estética de lo no contaminante. O sea, la inyección y la electricidad. No educamos en la patada sino en la electrónica.
¿Qué pasa cuando una empresa solo invierte en tecnología pero no invierte en nuevos conceptos? Pasa que, a medio y corto plazo, se quedará sin clientes. Alguien, en Harley-Davidson, se ha sentado a pensar en ello. Seguro. Y por ello, nosécuántos cientos de miles de harlystas se han enfadado por hacer motos refrigeradas por agua… La edad de los clientes avanza, el resto del mercado avanza, y los viejos harleros no parecen darse cuenta de que una marca así no puede sobrevivir en un mercado en el que los productos de segunda mano quintuplican en ventas a los productos nuevos. De todos es sabido que el mercado Harley-Davidson de segunda mano es mucho más amplio que el de motos nuevas. A mí me parece razonable que Harley no se quede sentada, mano sobre mano.
Harley-Davidson nos ha atrapado con sus diseños, con su sonido, con su simplicidad mecánica, con su estética, con su no correr montados en un caballo de hierro. Con sus motos estrechas, alargadas y bajitas. Con sus lienzos en blanco -en negro- para que los podamos personalizar hasta el último detalle. Ser capaz de comprar una moto que no anda pudiendo haberse comprado dos motos veloces… eso es algo que no hacemos cualquiera. Pero pienso una cosa: la sensación Harley-Davidson, ¿para quién va a ser en el futuro? ¿Quién va a comprar una Harley en 2025? ¿Quién necesitará tener la experiencia Harley-Davidson dentro de 20 años?
Saludos,