moriwoki
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Hola a todos.
Me consta que esta marca, aunque sólo sea por el hecho de tratarse de una genuinamente americana, inspira el respeto de casi todos los harlystas, y más concretamente este modelo, buque insígnea de la misma -nunca mejor aplicado el sustantivo "buque"-, levanta la admiración o la condena entre vuestro colectivo.
Hoy he compartido buena parte del día con unos cuantos de vosotros. Allí, donde nos hemos reunido, estaba precisamente la misma unidad de prensa que tuve la oportunidad de hacer la prueba en enero. Me habéis preguntado por ella y me han pedido que colocara el artículo en el foro.
Bien, aquí lo tenéis. Sólo añadir que se trata de una prueba a fondo porque tuve la moto conmigo durante 15 días y le hice 1.500 km en el mes de enero, entre los que fue incluido un viaje de 300 Km con una temperatura constante de 7º bajo cero.
Espero que os guste.
VICTORY VISION, UNA LIMUSINA SIDERAL
La cámara toma en un plano completo la imponente trasera de un Cadillac rojo del 58, con los topes ferroviales en los extremos del paragolpes y las dos colas de avión rematando la línea superior de sus flancos. El objetivo se eleva progresivamente siguiendo al coche, uno de los más americanos de todos los tiempos, mientras cruza a toda velocidad un paraje plasmado en el celuloide con un prodigioso carboncillo en blanco y negro. La cámara toma más altura hasta ganar el punto más elevado, justo sobre la vertical central del descapotable, y mostrar así una fantástica toma cenital. El Cadillac se ve largo, muy largo, y ancho, inmenso, llenando toda la carretera. La trasera deja su estela en la forma de sus dos colas afiladas y la delantera se insinúa poderosa como una locomotora, coronada por la amplitud de un parabrisas que se curva a todo lo ancho de la carrocería. Tras él, se distingue al conductor lujosamente acomodado y envuelto por un interior curtido en la mejor piel. El objetivo gana velocidad sobre el coche y desciende rebasándolo por arriba hasta colocarse justo en la frontal. Allí muestra un plano simétrico con el que iniciaba esta escena rebosante de plasticidad: El frente imponente del Cadillac, con su arrollador avance, representando otro símbolo americano tan patriota como la propia parrilla de un Mack, el skyline de Manhattan o la mismísima águila pescadora.
Así mostraba Frank Miller´s, dibujante del cómic original, autor y coodirector de ese festín audiovisual que es po sí sola la película Sin City.
La Victory Vision es una moto de rancio sabor americano, muy clásico y muy americano, que incita, sin embargo a dejar volar nuestra fantasía siguiendo sus galácticas formas, tanto vista por fuera como subido en ella; tanto de día como de noche.
Cruzo la oscura realidad que cubre la autovía salpicada por el tenue resplandor de un firmamento estrellado bajo el que el frío espacial se muestra hostil como en ninguna semana del año. Viajo cogido al extenso manillar que me ofrece los mandos de la nave a la altura baja de mi pecho mientras You Crazy Diamond, el primer tema del disco Whish you wehre here de Pink Floyd, me envuelve a través de los cuatro altavoces que me rodean. Me siento pilotando la nave del Capitán Sky en un viaje interplanetario.
De repente, un testigo naranja se ilumina sobre el panel de control y un mensaje digital aparece escrito sobre el cristal líquido del ordenador de a bordo: “Lou Fuell”. Abandono la ruta interestelar que me lleva a mi destino, cambio el rumbo y la astronave vira majestuosamente en medio de la noche cósmica para buscar un área de repostaje que pueda aparecer en un planeta como Urano, sobre una luna como Tristán o en el pobre asteroide de Phobos, atrapado desde hace miles de millones de años en una órbita de Marte. Poso la nave sobre la zona de abastecimiento y la contemplo después junto a la cabina de pago mientras el operario somnoliento atina con mi dinero electrónico.
Es en ese momento cuando creo comprender cuál es la imagen que proyecta a todo su entorno esta Victory Vision. Sí, una moto genuinamente americana que al mismo tiempo es pura fantasía, incluso ciencia ficción. Una moto americana, desde luego, que transmite la impresión de haber sido concebida como un modelo futurista en los años cincuenta.
El componente social de la Vision
Cuando recogí la Victory Vision de la tienda barcelonesa que la distribuye para Cataluña, lo hice con el mismo planteamiento con el que me dirijo a por cualquier moto de prensa; un trabajo que pasa habitualmente inadvertido transitando por la ruta o cruzando la urbe como cualquier motorista subido en su moto propia, bien sea por ocio o simplemente para desplazarse. Un trabajo muy discreto, en general.
Fui a recoger la Vision sin tener en cuenta en absoluto el particular componente social que guarda esta fantasía sobre dos ruedas. Si quería que mi trabajo pasase como siempre: completamente desapercibido, no podía haber errado más el tino.
Los coches se instalan a perpetuidad en la izquierda, pasando incluso minutos contemplándola y sin dejarte cambiar de carril, los curiosos se arremolinan en las aceras en torno a ella, se hacen fotos y te bombardean con las mismas preguntas; y si se te ocurre aparecer con la Vision en una concentración (nosotros lo hicimos en la de Motauros), podrás comprobar con asombro cómo orgullosos propietarios de Gold winds o incluso de Harley no sólo vuelven la cabeza asombrados al pasar ante ella, sino que incluso se paran a contemplarla con diferentes expresiones en el rostro.
Para los que les guste llamar la atención, desde luego la Victory Vision no tiene precio; sin embargo, no sabía definir muy bien hasta qué punto es capaz de atraer la mirada de todo el que la tiene delante. No lo sabía hasta el último día, precisamente cuando la conducía por la M-30 madrileña camino de su devolución.
Entre la anónima masa del tráfico descubrí unos puestos delante de mí la trasera de un coche con una clase inconfundible y con un aristocrático escudo estampado en su centro. Avancé entre el laberinto hasta darle alcance y comprobar que, efectivamente, se trataba de un Bentley Continental conducido, además, por una mujer rubia de apreciable atractivo y sofisticado aspecto. Me mantuve a su altura el tiempo suficiente como para hacer una comprobación.
¿Adivina el lector a quién miraban más los conductores y ocupantes de la multitud de coches que pasaba a nuestro lado?
Sí, efectivamente, a la Victoy Vision.
Después pensé que con la Vision, que cuesta la décima parte del precio de ese Bentley (unos 240.000€) se puede llamar mucho más la atención y despertar incluso la admiración de los demás. Aunque bien es justo señalar, por otra parte, que en aquel caso había que hacer un esfuerzo para distinguir a la rubia tras los cristales tintados de la gran berlina.
El síndrome automovilístico
Alguno puede pensar que la Victory Vision es prácticamente un coche con dos ruedas, algo así como un descapotable americano viajando en equilibrio. Si bien es cierto que su diseño, sobre todo la trasera, está inspirado en un Chevrolet de finales de los cincuenta, al tomar el manillar y ponernos en marcha con ella, la Vision se siente como una verdadera moto, a pesar de su espectacular carenado y del sofá que acoge al pasajero, a pesar de su equipo estéreo y a pesar, sobre todo, de sus 2.660 mm de longitud (creo, aunque con riesgo a equivocarme, que es la moto de serie más larga del mundo).
El lujo sobre dos ruedas
Quien mejor puede apreciar este concepto es el pasajero de la Vicroy Vision. Lujosamente acoplado en su sofá de piel con acolchado calefecteble, envuelto por la música de los dos altavoces que se acoplan tras sus brazos y con los pies reposando sobre unas amplias plataformas, el pasajero toma una perspectiva en esta moto sensiblemente elevada sobre la del piloto, que se transformará para él en un chófer con gorra mientras que la Vision se convierte en una auténtica limusina de dos ruedas. Lujo en las formas, en los espacios, en los complementos y lujo en los remates que llevan la moto más allá de los conceptos a los que la mayoría, sobre todo los motoristas europeos, estamos acostumbrados.
El sonido
El sonido de este bicilíndrico de 106 pulgadas cúbicas (sobre los 1.700 cc) es contunte y vibrante. Una verdadera delicia abrir gas en el paso...
CONTINÚA EN:
Victory Vision, una limusina sideral. Prueba Portalmotos
Me consta que esta marca, aunque sólo sea por el hecho de tratarse de una genuinamente americana, inspira el respeto de casi todos los harlystas, y más concretamente este modelo, buque insígnea de la misma -nunca mejor aplicado el sustantivo "buque"-, levanta la admiración o la condena entre vuestro colectivo.
Hoy he compartido buena parte del día con unos cuantos de vosotros. Allí, donde nos hemos reunido, estaba precisamente la misma unidad de prensa que tuve la oportunidad de hacer la prueba en enero. Me habéis preguntado por ella y me han pedido que colocara el artículo en el foro.
Bien, aquí lo tenéis. Sólo añadir que se trata de una prueba a fondo porque tuve la moto conmigo durante 15 días y le hice 1.500 km en el mes de enero, entre los que fue incluido un viaje de 300 Km con una temperatura constante de 7º bajo cero.
Espero que os guste.
VICTORY VISION, UNA LIMUSINA SIDERAL
La cámara toma en un plano completo la imponente trasera de un Cadillac rojo del 58, con los topes ferroviales en los extremos del paragolpes y las dos colas de avión rematando la línea superior de sus flancos. El objetivo se eleva progresivamente siguiendo al coche, uno de los más americanos de todos los tiempos, mientras cruza a toda velocidad un paraje plasmado en el celuloide con un prodigioso carboncillo en blanco y negro. La cámara toma más altura hasta ganar el punto más elevado, justo sobre la vertical central del descapotable, y mostrar así una fantástica toma cenital. El Cadillac se ve largo, muy largo, y ancho, inmenso, llenando toda la carretera. La trasera deja su estela en la forma de sus dos colas afiladas y la delantera se insinúa poderosa como una locomotora, coronada por la amplitud de un parabrisas que se curva a todo lo ancho de la carrocería. Tras él, se distingue al conductor lujosamente acomodado y envuelto por un interior curtido en la mejor piel. El objetivo gana velocidad sobre el coche y desciende rebasándolo por arriba hasta colocarse justo en la frontal. Allí muestra un plano simétrico con el que iniciaba esta escena rebosante de plasticidad: El frente imponente del Cadillac, con su arrollador avance, representando otro símbolo americano tan patriota como la propia parrilla de un Mack, el skyline de Manhattan o la mismísima águila pescadora.
Así mostraba Frank Miller´s, dibujante del cómic original, autor y coodirector de ese festín audiovisual que es po sí sola la película Sin City.
La Victory Vision es una moto de rancio sabor americano, muy clásico y muy americano, que incita, sin embargo a dejar volar nuestra fantasía siguiendo sus galácticas formas, tanto vista por fuera como subido en ella; tanto de día como de noche.
Cruzo la oscura realidad que cubre la autovía salpicada por el tenue resplandor de un firmamento estrellado bajo el que el frío espacial se muestra hostil como en ninguna semana del año. Viajo cogido al extenso manillar que me ofrece los mandos de la nave a la altura baja de mi pecho mientras You Crazy Diamond, el primer tema del disco Whish you wehre here de Pink Floyd, me envuelve a través de los cuatro altavoces que me rodean. Me siento pilotando la nave del Capitán Sky en un viaje interplanetario.
De repente, un testigo naranja se ilumina sobre el panel de control y un mensaje digital aparece escrito sobre el cristal líquido del ordenador de a bordo: “Lou Fuell”. Abandono la ruta interestelar que me lleva a mi destino, cambio el rumbo y la astronave vira majestuosamente en medio de la noche cósmica para buscar un área de repostaje que pueda aparecer en un planeta como Urano, sobre una luna como Tristán o en el pobre asteroide de Phobos, atrapado desde hace miles de millones de años en una órbita de Marte. Poso la nave sobre la zona de abastecimiento y la contemplo después junto a la cabina de pago mientras el operario somnoliento atina con mi dinero electrónico.
Es en ese momento cuando creo comprender cuál es la imagen que proyecta a todo su entorno esta Victory Vision. Sí, una moto genuinamente americana que al mismo tiempo es pura fantasía, incluso ciencia ficción. Una moto americana, desde luego, que transmite la impresión de haber sido concebida como un modelo futurista en los años cincuenta.
El componente social de la Vision
Cuando recogí la Victory Vision de la tienda barcelonesa que la distribuye para Cataluña, lo hice con el mismo planteamiento con el que me dirijo a por cualquier moto de prensa; un trabajo que pasa habitualmente inadvertido transitando por la ruta o cruzando la urbe como cualquier motorista subido en su moto propia, bien sea por ocio o simplemente para desplazarse. Un trabajo muy discreto, en general.
Fui a recoger la Vision sin tener en cuenta en absoluto el particular componente social que guarda esta fantasía sobre dos ruedas. Si quería que mi trabajo pasase como siempre: completamente desapercibido, no podía haber errado más el tino.
Los coches se instalan a perpetuidad en la izquierda, pasando incluso minutos contemplándola y sin dejarte cambiar de carril, los curiosos se arremolinan en las aceras en torno a ella, se hacen fotos y te bombardean con las mismas preguntas; y si se te ocurre aparecer con la Vision en una concentración (nosotros lo hicimos en la de Motauros), podrás comprobar con asombro cómo orgullosos propietarios de Gold winds o incluso de Harley no sólo vuelven la cabeza asombrados al pasar ante ella, sino que incluso se paran a contemplarla con diferentes expresiones en el rostro.
Para los que les guste llamar la atención, desde luego la Victory Vision no tiene precio; sin embargo, no sabía definir muy bien hasta qué punto es capaz de atraer la mirada de todo el que la tiene delante. No lo sabía hasta el último día, precisamente cuando la conducía por la M-30 madrileña camino de su devolución.
Entre la anónima masa del tráfico descubrí unos puestos delante de mí la trasera de un coche con una clase inconfundible y con un aristocrático escudo estampado en su centro. Avancé entre el laberinto hasta darle alcance y comprobar que, efectivamente, se trataba de un Bentley Continental conducido, además, por una mujer rubia de apreciable atractivo y sofisticado aspecto. Me mantuve a su altura el tiempo suficiente como para hacer una comprobación.
¿Adivina el lector a quién miraban más los conductores y ocupantes de la multitud de coches que pasaba a nuestro lado?
Sí, efectivamente, a la Victoy Vision.
Después pensé que con la Vision, que cuesta la décima parte del precio de ese Bentley (unos 240.000€) se puede llamar mucho más la atención y despertar incluso la admiración de los demás. Aunque bien es justo señalar, por otra parte, que en aquel caso había que hacer un esfuerzo para distinguir a la rubia tras los cristales tintados de la gran berlina.
El síndrome automovilístico
Alguno puede pensar que la Victory Vision es prácticamente un coche con dos ruedas, algo así como un descapotable americano viajando en equilibrio. Si bien es cierto que su diseño, sobre todo la trasera, está inspirado en un Chevrolet de finales de los cincuenta, al tomar el manillar y ponernos en marcha con ella, la Vision se siente como una verdadera moto, a pesar de su espectacular carenado y del sofá que acoge al pasajero, a pesar de su equipo estéreo y a pesar, sobre todo, de sus 2.660 mm de longitud (creo, aunque con riesgo a equivocarme, que es la moto de serie más larga del mundo).
El lujo sobre dos ruedas
Quien mejor puede apreciar este concepto es el pasajero de la Vicroy Vision. Lujosamente acoplado en su sofá de piel con acolchado calefecteble, envuelto por la música de los dos altavoces que se acoplan tras sus brazos y con los pies reposando sobre unas amplias plataformas, el pasajero toma una perspectiva en esta moto sensiblemente elevada sobre la del piloto, que se transformará para él en un chófer con gorra mientras que la Vision se convierte en una auténtica limusina de dos ruedas. Lujo en las formas, en los espacios, en los complementos y lujo en los remates que llevan la moto más allá de los conceptos a los que la mayoría, sobre todo los motoristas europeos, estamos acostumbrados.
El sonido
El sonido de este bicilíndrico de 106 pulgadas cúbicas (sobre los 1.700 cc) es contunte y vibrante. Una verdadera delicia abrir gas en el paso...
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Victory Vision, una limusina sideral. Prueba Portalmotos
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