waiting4thesun
Well-Known Member
Bueno pues he vuelto hace unos pocos días de mi primer viaje en moto y en solitario por distintas provincias de España, en total 2950 kilómetros sobre el hierro en 9 jornadas de viaje, pasando por diferentes CA, y concluyendo en definitiva en una experiencia genial. La cosa es que siempre que he salido de ruta se me hacen cortas, me quedo con más ganas de kilómetros, de seguir montado sobre la moto y de seguir viendo sitios, y ahora contando con más tiempo me he permitido este viajecillo.
La premisa era muy simple: no planificar ninguna ruta, ir por donde quisiera cuando quisiera, y claro evitar autovías y “aglomeraciones” (apenas he hecho recorrido por autovía, casi todo por nacionales y comarcales y autonómicas y eso).
La moto es una HD Iron del 2010, salió del viaje con 42264 kilómetros y como ya he dicho volvió con 2950 más. Limitada para el A2, lo único que tiene cambiado son unas colas S&S, los espejos invertidos al estilo de la 48, unas estriberas porque las de serie se me hacían muy cortas, y unos reposapiés delanteros (son como unas estriberas que van en el mismo lugar donde van en el caso de los mandos avanzados, sólo que mantengo los intermedios que vienen de serie, así que puedes estirar las piernas y adoptar otra postura en carreteras de velocidad constante en la que mantienes velocidad “de crucero”; más posibilidades de postura=más comodidad=menos cansancio). El viaje lo he hecho con la AMORTIGUACIÓN DE SERIE y el ASIENTO DE SERIE (bueno, el asiento más el taco para poder llevar alforjas).
A pesar de esto no he notado ninguna molestia física reseñable en los 9 días de viaje, con una media de 300 kilómetros cada día, más allá de un poco de tirantez en los codos y algo de dolor en las muñecas, pero nada que una buena noche de descanso no me quitara para estar nuevo al día siguiente. Ni dolor de espalda, ni de cuello, ni nada… he notado la sportster sorprendentemente cómoda.
Hay que saber controlar el cansancio eso sí, cuando llevas muchos kilómetros e cuerpo dice “para” pero la mente responde “sigue”, y es muy fácil ignorar a la primera y obedecer a la segunda porque realmente quieres seguir encima de la moto, oyendo el trote del motor, sus recuperaciones y cambios de marchas, seguir viendo cambios en el paisaje, los cuellos girándose de los ocupantes de las latas que te pasan en sentido contrario, el oscurecer progresivo del cielo… pero cuando el cuerpo te da unas cuantas señales hay que hacerle caso aunque la mente te diga lo contrario; si pierdes efectividad y capacidad de respuesta puedes verte en una situación complicada.
El equipo unas alforjas a los lados normales, de las de toda la vida, una mochila sobre el depósito que se acopla al mismo con cuatro imanes y además con dos tiras –arneses (por si no te quedas seguro, pero os digo yo que con los imanes no hay cojones a que se mueva la mochila), y además una mochila del decathlon de 30 litros a la espalda. La máxima cantidad de peso debe ir, en efecto, sobre la mochila que va sobre el depósito. Nunca había usado una de estas y la verdad es que son cojonudas; los imanes NO rayan ni dañan el depósito en absoluto y por su posición apenas se ve afectado el centro de gravedad de la moto, así que con diferencia es la mejor opción para llevar las cosas más pesadas. En la mochila de la espalda hay que llevar lo menos posible, o mejor dicho, lo que menos pese, puesto que mucho peso e la espalda al final se acabaría notando. En las alforjas laterales todo lo demás, evidentemente buscando un equilibrio de peso entre ambas. Mi idea fue llevar sólo lo necesario.
Además de eso, un casco tipo jet abierto (me habría llevado también una pantalla, pero se me cayó y se rompió), gafas de sol (dos, una para llevarlas puestas y otras de repuesto por si las otras se pierden, grandes y que se “peguen” a la cara para evitar la entrada de aire y mierda en los ojos), unas gafas transparentes para conducir de noche o en horas de poca luz (de crista mejor que de plástico, aunque las mías son de plástico), dos tipos de guantes, unos de media temporada y otros de verano, que dejan los dedos al descubierto cubriendo sólo lo que es la mano, estos últimos los que más he usado dadas las altas temperaturas que ha habido en mi camino. Estos guantes te hacen callos en las manos al operar con embrague y freno y al aguantar los puños, pero al segundo día la piel ya se te ha curtido y no te vuelven a salir ni a molestar. Por último chaqueta de cuero y chaqueta tipo sudadera más fresca, vendría a hacer las veces de una chaqueta de cordura típica de verano pero ofrece menos protección. Es la que he llevado todo el viaje, con el calor que hacía habría sido imposible ponerse la de cuero, pero había que llevarla por si acaso. Una braga para el cuello y parte inferior del rostro también, pero no he tenido necesidad de sacarla de la mochila. Y bueno luego las mudas que cada uno considere necesarias, ahí ya no entro.
Otros accesorios dignos de mención: un kit para reparar pinchazos, bridas y tijeras, en caso de que hubiera que sustituir las de las alforjas o poner algunas más, dos tipos de destornilladores… y crema solar. Es imprescindible si llevas casco abierto en esta época del año y haces muchos kilómetros o también si te remangas la chaqueta o decides quitártela. IMPRESCINDIBLE. Cogí también tapones de los oídos en caso de que el retumbar del motor terminara por provocarme dolor de cabeza; no fue el caso, el sonido de la Harley terminó siendo el mejor compañero de la carretera.
Un fallo mío fue no llevarme una llave de repuesto para el tapón del depósito. Nunca se sabe cuando se te puede perder o caer una llave, aunque la lleves en el mismo llavero donde llevas las de la moto, como manda la lógica, pero si por algo se te cae o se te pierde y sólo llevas un juego te quedas sin poder abrir el depósito, y entonces fin del viaje.
Por supuesto una revisión general de la moto antes de salir, pastillas de freno, presión ruedas, niveles de aceite… le había hecho la revisión reglamentaria a los pocos kilómetros antes de salir.
De la moto poco qué decir… Ha rendido A LA PERFECCIÓN. El viaje me ha servido no sólo para disfrutar como un enano con la moto sino para coger mucha más soltura con ella (la tengo desde hace menos de un año, aún soy un rookie). Realmente puedo decir que la he disfrutado. Si antes me encantaba mi moto, ahora puedo decir que me he enamorado. Supongo que es una respuesta normal cuando un artilugio te responde mejor de lo que esperabas y te lleva a donde le pidas. Cuando me despertaba por las mañanas no tenía otras ganas que desayunar relativamente rápido para volver a arrancar el motor y pasearme sobre ella por pueblos y carreteras, apreciando cada vez con mejor atención cómo se produce ese cambio en el sonido de la moto desde que está fría y recién arrancada, a cuando ha recorrido unos cuantos kilómetros, adoptando un crepitar más rítmico, más seco y mecánico y menos “eléctrico” o artificial; adoptando el que es SU sonido en definitiva, cuando la moto ya está lista y parece que te dice “vale, ahora es cuando empezamos jugar”.
Me he metido por todo tipo de caminos y carreteras con ella… parte de la “filosofía” de mi forma de viajar en moto, lo que he puesto al inicio de no planificar, implica con frecuencia seguir más a la inspiración que a la razón y meterse en desvíos o carreteras sólo por un “chispazo” en el cerebro, por un breve destello que te anima a inclinar ligeramente el cuerpo y girar en dirección a un pequeño letrero casi siempre semi-oxidado y de letras negras y fondo blanco que ni siquiera sabes si has leído, pero que estás seguro supone una desviación del “camino general”, que te va a llevar a ir por donde poca gente va, a un camino olvidado que ya nadie usa porque las nuevas carreteras conectan más rápida y cómodamente los diferentes lugares, a “escapar un poquito de la civilización”, seguramente a pasar un buen rato sin cruzarte con absolutamente nadie, y dar con lugares donde sólo un camino de asfalto (y a veces ni eso!) parecen irrumpir en medio de la naturaleza, animándote a parar la moto en el lado de la carretera, cuando te apetezca, y sentarte a descansar rodeado de árboles, plantas, bichos y paz aparente. Luego sigues durante unos kilómetros y pareces no llegar a ningún sitio, hasta que como de la nada aparecen ante ti pueblos de 10 o 12 casas donde sólo ves a 3 o 4 personas por la calle, todos gente mayor porque los jóvenes no tienen nada que hacer ahí, y todos trabajan la tierra o vigilan a sus vacas, toros o cabras mientras pastan. Y cuando hablas con alguna de estas personas o ellas te hablan son amables y cordiales sólo porque sí, cosa poco frecuenta en las ciudades. Parece no importarles en absoluto quien es el desgraciao éste de la moto ruidosa que se ha perdido y ha acabado aquí.
En estos pueblos con frecuencia hay fuentes que dan un agua infinitamente mejor que cualquiera de las que puedas comprar en el supermercado, y su visión y la posibilidad de refrescarte y llenar la cantimplora con ese cristalino y gélido líquido actúa casi como una fuerza mental que te obliga a dirigirte hacia ellas como un autómata. Después de refrescarte y beber, vuelves a la moto y la situación se repite; kilómetros de naturaleza, soledad, y pueblos que a excepción de algún coche aparcado y maquinaría agrícola parecen estampas de hace 100 años. Estás perdido, no tienes ni idea de donde estás, y te da absolutamente igual. Ésa es para mi una de las mejores sensaciones que vienen con montar en moto.
...... CONTINÚO EN EL POST SIGUIENTE QUE EL FORO NO ME DEJA METER TANTA PARRAFADA artiendose_de_risa
La premisa era muy simple: no planificar ninguna ruta, ir por donde quisiera cuando quisiera, y claro evitar autovías y “aglomeraciones” (apenas he hecho recorrido por autovía, casi todo por nacionales y comarcales y autonómicas y eso).
La moto es una HD Iron del 2010, salió del viaje con 42264 kilómetros y como ya he dicho volvió con 2950 más. Limitada para el A2, lo único que tiene cambiado son unas colas S&S, los espejos invertidos al estilo de la 48, unas estriberas porque las de serie se me hacían muy cortas, y unos reposapiés delanteros (son como unas estriberas que van en el mismo lugar donde van en el caso de los mandos avanzados, sólo que mantengo los intermedios que vienen de serie, así que puedes estirar las piernas y adoptar otra postura en carreteras de velocidad constante en la que mantienes velocidad “de crucero”; más posibilidades de postura=más comodidad=menos cansancio). El viaje lo he hecho con la AMORTIGUACIÓN DE SERIE y el ASIENTO DE SERIE (bueno, el asiento más el taco para poder llevar alforjas).
A pesar de esto no he notado ninguna molestia física reseñable en los 9 días de viaje, con una media de 300 kilómetros cada día, más allá de un poco de tirantez en los codos y algo de dolor en las muñecas, pero nada que una buena noche de descanso no me quitara para estar nuevo al día siguiente. Ni dolor de espalda, ni de cuello, ni nada… he notado la sportster sorprendentemente cómoda.
Hay que saber controlar el cansancio eso sí, cuando llevas muchos kilómetros e cuerpo dice “para” pero la mente responde “sigue”, y es muy fácil ignorar a la primera y obedecer a la segunda porque realmente quieres seguir encima de la moto, oyendo el trote del motor, sus recuperaciones y cambios de marchas, seguir viendo cambios en el paisaje, los cuellos girándose de los ocupantes de las latas que te pasan en sentido contrario, el oscurecer progresivo del cielo… pero cuando el cuerpo te da unas cuantas señales hay que hacerle caso aunque la mente te diga lo contrario; si pierdes efectividad y capacidad de respuesta puedes verte en una situación complicada.
El equipo unas alforjas a los lados normales, de las de toda la vida, una mochila sobre el depósito que se acopla al mismo con cuatro imanes y además con dos tiras –arneses (por si no te quedas seguro, pero os digo yo que con los imanes no hay cojones a que se mueva la mochila), y además una mochila del decathlon de 30 litros a la espalda. La máxima cantidad de peso debe ir, en efecto, sobre la mochila que va sobre el depósito. Nunca había usado una de estas y la verdad es que son cojonudas; los imanes NO rayan ni dañan el depósito en absoluto y por su posición apenas se ve afectado el centro de gravedad de la moto, así que con diferencia es la mejor opción para llevar las cosas más pesadas. En la mochila de la espalda hay que llevar lo menos posible, o mejor dicho, lo que menos pese, puesto que mucho peso e la espalda al final se acabaría notando. En las alforjas laterales todo lo demás, evidentemente buscando un equilibrio de peso entre ambas. Mi idea fue llevar sólo lo necesario.
Además de eso, un casco tipo jet abierto (me habría llevado también una pantalla, pero se me cayó y se rompió), gafas de sol (dos, una para llevarlas puestas y otras de repuesto por si las otras se pierden, grandes y que se “peguen” a la cara para evitar la entrada de aire y mierda en los ojos), unas gafas transparentes para conducir de noche o en horas de poca luz (de crista mejor que de plástico, aunque las mías son de plástico), dos tipos de guantes, unos de media temporada y otros de verano, que dejan los dedos al descubierto cubriendo sólo lo que es la mano, estos últimos los que más he usado dadas las altas temperaturas que ha habido en mi camino. Estos guantes te hacen callos en las manos al operar con embrague y freno y al aguantar los puños, pero al segundo día la piel ya se te ha curtido y no te vuelven a salir ni a molestar. Por último chaqueta de cuero y chaqueta tipo sudadera más fresca, vendría a hacer las veces de una chaqueta de cordura típica de verano pero ofrece menos protección. Es la que he llevado todo el viaje, con el calor que hacía habría sido imposible ponerse la de cuero, pero había que llevarla por si acaso. Una braga para el cuello y parte inferior del rostro también, pero no he tenido necesidad de sacarla de la mochila. Y bueno luego las mudas que cada uno considere necesarias, ahí ya no entro.
Otros accesorios dignos de mención: un kit para reparar pinchazos, bridas y tijeras, en caso de que hubiera que sustituir las de las alforjas o poner algunas más, dos tipos de destornilladores… y crema solar. Es imprescindible si llevas casco abierto en esta época del año y haces muchos kilómetros o también si te remangas la chaqueta o decides quitártela. IMPRESCINDIBLE. Cogí también tapones de los oídos en caso de que el retumbar del motor terminara por provocarme dolor de cabeza; no fue el caso, el sonido de la Harley terminó siendo el mejor compañero de la carretera.
Un fallo mío fue no llevarme una llave de repuesto para el tapón del depósito. Nunca se sabe cuando se te puede perder o caer una llave, aunque la lleves en el mismo llavero donde llevas las de la moto, como manda la lógica, pero si por algo se te cae o se te pierde y sólo llevas un juego te quedas sin poder abrir el depósito, y entonces fin del viaje.
Por supuesto una revisión general de la moto antes de salir, pastillas de freno, presión ruedas, niveles de aceite… le había hecho la revisión reglamentaria a los pocos kilómetros antes de salir.
De la moto poco qué decir… Ha rendido A LA PERFECCIÓN. El viaje me ha servido no sólo para disfrutar como un enano con la moto sino para coger mucha más soltura con ella (la tengo desde hace menos de un año, aún soy un rookie). Realmente puedo decir que la he disfrutado. Si antes me encantaba mi moto, ahora puedo decir que me he enamorado. Supongo que es una respuesta normal cuando un artilugio te responde mejor de lo que esperabas y te lleva a donde le pidas. Cuando me despertaba por las mañanas no tenía otras ganas que desayunar relativamente rápido para volver a arrancar el motor y pasearme sobre ella por pueblos y carreteras, apreciando cada vez con mejor atención cómo se produce ese cambio en el sonido de la moto desde que está fría y recién arrancada, a cuando ha recorrido unos cuantos kilómetros, adoptando un crepitar más rítmico, más seco y mecánico y menos “eléctrico” o artificial; adoptando el que es SU sonido en definitiva, cuando la moto ya está lista y parece que te dice “vale, ahora es cuando empezamos jugar”.
Me he metido por todo tipo de caminos y carreteras con ella… parte de la “filosofía” de mi forma de viajar en moto, lo que he puesto al inicio de no planificar, implica con frecuencia seguir más a la inspiración que a la razón y meterse en desvíos o carreteras sólo por un “chispazo” en el cerebro, por un breve destello que te anima a inclinar ligeramente el cuerpo y girar en dirección a un pequeño letrero casi siempre semi-oxidado y de letras negras y fondo blanco que ni siquiera sabes si has leído, pero que estás seguro supone una desviación del “camino general”, que te va a llevar a ir por donde poca gente va, a un camino olvidado que ya nadie usa porque las nuevas carreteras conectan más rápida y cómodamente los diferentes lugares, a “escapar un poquito de la civilización”, seguramente a pasar un buen rato sin cruzarte con absolutamente nadie, y dar con lugares donde sólo un camino de asfalto (y a veces ni eso!) parecen irrumpir en medio de la naturaleza, animándote a parar la moto en el lado de la carretera, cuando te apetezca, y sentarte a descansar rodeado de árboles, plantas, bichos y paz aparente. Luego sigues durante unos kilómetros y pareces no llegar a ningún sitio, hasta que como de la nada aparecen ante ti pueblos de 10 o 12 casas donde sólo ves a 3 o 4 personas por la calle, todos gente mayor porque los jóvenes no tienen nada que hacer ahí, y todos trabajan la tierra o vigilan a sus vacas, toros o cabras mientras pastan. Y cuando hablas con alguna de estas personas o ellas te hablan son amables y cordiales sólo porque sí, cosa poco frecuenta en las ciudades. Parece no importarles en absoluto quien es el desgraciao éste de la moto ruidosa que se ha perdido y ha acabado aquí.
En estos pueblos con frecuencia hay fuentes que dan un agua infinitamente mejor que cualquiera de las que puedas comprar en el supermercado, y su visión y la posibilidad de refrescarte y llenar la cantimplora con ese cristalino y gélido líquido actúa casi como una fuerza mental que te obliga a dirigirte hacia ellas como un autómata. Después de refrescarte y beber, vuelves a la moto y la situación se repite; kilómetros de naturaleza, soledad, y pueblos que a excepción de algún coche aparcado y maquinaría agrícola parecen estampas de hace 100 años. Estás perdido, no tienes ni idea de donde estás, y te da absolutamente igual. Ésa es para mi una de las mejores sensaciones que vienen con montar en moto.
...... CONTINÚO EN EL POST SIGUIENTE QUE EL FORO NO ME DEJA METER TANTA PARRAFADA artiendose_de_risa