RedHard
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Hola a todos,
Tal vez este mensaje podría ir mejor en el foro de presentaciones, pero he pensado que, al igual que yo durante mucho tiempo, otros usuarios podrían acceder a este subforo con mayor facilidad buscando información sobre su primera Harley o su primera Sportster e incluso que podría llegar mejor al resto de compañeros de esta comunidad.
Tengo 52 años y nunca he olvidado la primera vez que vi una Harley. Tendría entonces 8 o 9 añitos e iba con mi padre de paseo y me quedé embobado mirando aquella máquina que me parecía sencillamente increíble. Y recuerdo como si estuviera oyendo las palabras de mi padre: "No es una moto, es una Harley". Desde ese preciso instante quise tener una Harley. Se convirtió en un sueño inalcanzable mientras iban pasando los años. Como todos los sueños que se escapan en el momento en el que más reales parecen, fueron pasando los años. Me acabé convenciendo de que en la vida, a veces, los sueños son tan solo eso, ensoñaciones. Era imposible que pudiera tener una Harley si nunca tuve moto. Ni scooter, ni tan siquiera un modesto ciclomotor. Saqué el carné de conducir latas pero el ir sobre dos ruedas quedaba en el espacio del mito, de lo que nunca podría alcanzar.
Pasaron las décadas y finalmente subí al "quinto piso". Puede que cada década represente una crisis. Y que la de los ´50 acabe generando pequeñas locuras más o menos incontroladas. Pero finalmente decidí aprender a conducir motos. Qué esfuerzo supuso. Clases y más clases para ser capaz de pasar por las líneas paralelas. Vueltas y más vueltas para lograr batir un cronómetro que nunca entendí el motivo de que existiera. Pavor los primeros días en las prácticas de circulación, convencido de que sería imposible que pudiera procesar tanta información al mismo tiempo. ¡Como para pretender conducir una Harley Davidson!
Finalmente saqué el ansiado A2 y tras un par de meses con una "Jarly Chinison" de 125 llegó el momento de las palabras mayores. A punto estuve de decidirme por comprar una Street nueva. Tan a punto que, de no ser por la diferencia entre el precio "teórico" y el "real" habría firmado. Pero por medio se me cruzó una Kawasaki Vulcan S y cambié de opinión. Tal vez fue ella la que me eligió a mi, a saber. Pero lo cierto es que en el momento en el que me senté sobre ella sentí que iba a ser mi primera moto "de verdad". Desde ese día han pasado dos años. 24 meses en los que hemos recorrido juntos 40 mil kilómetros. Que habrían sido más de no haber aparecido un virus maldito que nos encerró a todos en casa. Y 40 mil kilómetros pensando que, si, era muy feliz con ella, noble, fácil, segura y ágil, pero no, no era una Harley.
Llegamos a 2021 y entro ya en harina, puesto que alguno estaréis hartos ya de leer este aburrido prólogo. 2021 en el que decido que no voy a dejar pasar más tiempo. O más bien una máquina vuelve a ser la que me elige. Puesto que, tras mirar cientos de anuncios y sentarme en algunas, hasta hace dos semanas no había sentido lo mismo que el día que puse mis posaderas en la Vulcan. Harley Davidson Sportster 1200 XL Custom. Nombre, apellido y pedigrí. Sola en un concesionario de latas. Podría decir que sus intermitentes a modo de mandarinas casi me hicieron un guiño. Pero sería un mero recurso poético. De color burdeos. Con los controles adelantados. Y con apenas 7000 kilómetros recorridos en dos años y medio. Y en menos de 24 horas decisión tomada, ni una pandemia mundial ni una nevada histórica en Madrid iba a acabar con un largo sueño a punto de ser alcanzado. Sin probar. Sin andar en ella un solo metro. Valiente o inconsciente, solo el tiempo lo dirá.
Domingo 24 de enero. Peggy, que así he decido que va a llamarse, espera paciente en el garaje. El trayecto desde el concesionario de latas hasta casa ha sido tan solo una mera presentación formal. Unos kilómetros para conocernos y para saber que vamos a llevarnos bien. Pero hoy es por fin el día en el que vamos a intimar. No aviso a nadie de mi grupo de viejunos motorizados para salir. Quiero que sea un momento de intimidad entre Peggy y yo. Sin testigos. Sin que nadie nos distraiga. Aprieto el botón de encendido y tras el consabido susto del novato por el "ingrese pin", consigo ponerla en marcha sin tener que usar el de mi tarjeta bancaria. Tose y se desespereza. A decir verdad tose menos que yo algunas mañanas. Pero es una tos que me suena celestial. Y con ese "clonc" brutal que solo sabe entender el dueño de lo que para tantos motoristas en un trasto pesado, empieza a caminar.
Enfilamos carretera de Burgos. Autovía inmisericorde en la que poco a poco nos vamos calentando ambos. De acuerdo, Peggy, a partir de 120 kilómetros por hora quieres que te ponga una pantalla a modo de abriguito, pero no será hoy. Ni esta semana. Ni tal vez en mucho tiempo. Cinco marchas eternas, que a veces hacen olvidar en la que vas. ¿Bajas a cuarta? No te preocupes, voy a seguir meciéndote. Porque eso es lo que siento al salir hacia Guadix de la Sierra. Mecido con un traqueteo que me dice que Peggy está viva. ¿Cuántas veces en cuarenta años he leído acerca de la personalidad de una Harley Davidson? ¿Una máquina puede tener personalidad? Pues si, ciertamente tantos y tantos ríos de tinta no se equivocaban. El corazón es un músculo que late con una cadencia reconocible y la Harley late de forma similar a un ser vivo. Su propio ritmo, sin duda, pero tan excitante que lleva a sorprenderme hablándole dentro del casco a un artefacto de 270 kilos.
Subimos hacia Miraflores de la Sierra y el sonido de Peggy ya es una sinfonía. Afrontando curva tras curva sin llegar a rozar con las estriberas el suelo en ningún momento. Algo que era prácticamente mi única duda ante su elección. Y de allí a Bustarviejo, calentándonos juntos y cerrando el paso a un frío que no nos va a amedrentar. Peggy y yo ya somos uno y siento que sonreímos juntos. Aprieta más fuerte, me dice cuando toco el freno trasero, sin miedo y sin dejar de apretarme delante. La entiendo con rapidez y asumo que ese es su idioma "frenil". Me levanto la pantalla del casco según llegamos a Torrelaguna y me parece escuchar mezclado con su música un "¿quieres más? Pide lo que quieras". Y le pido. Le pido que siga conmigo a partir de ahora haciéndome tan feliz como durante los primeros 150 kilómetros que hemos compartido juntos.
Miro hacia atrás al dejarla descansar de nuevo en el garaje. Y creo que me sonríe. ¿Ves? Ha tardado mucho pero al final ha llegado. Ya nos conocemos y seguro que vamos a ser mucho más que amigos.
Seguramente para la mayoría de los que constituís este foro todas estas sensaciones no son nuevas. Pero tal vez pases por aquí como yo en tantas ocasiones. Pensando si de verdad es buena idea decidirte por un sueño que no es barato, ni fácil de alcanzar. Preguntándote si realmente merece la pena dejarte llevar por algo que parece ser más mitológico que real. Si es así, solo puedo decirte una cosa: hoy ha sido el día más feliz que recuerdo de mi vida. Y si hay algo que lo hace aun más especial es que sé que se va a repetir de ahora en adelante.
Muchas gracias a todos los que me habéis ayudado a decidirme con vuestros miles de mensajes en el foro. Y perdonad el tarugo que os he soltado. (Pongo algunas fotos de Peggy para intentar que sea menos ladrillo...)
Birras y Vsss....
Tal vez este mensaje podría ir mejor en el foro de presentaciones, pero he pensado que, al igual que yo durante mucho tiempo, otros usuarios podrían acceder a este subforo con mayor facilidad buscando información sobre su primera Harley o su primera Sportster e incluso que podría llegar mejor al resto de compañeros de esta comunidad.
Tengo 52 años y nunca he olvidado la primera vez que vi una Harley. Tendría entonces 8 o 9 añitos e iba con mi padre de paseo y me quedé embobado mirando aquella máquina que me parecía sencillamente increíble. Y recuerdo como si estuviera oyendo las palabras de mi padre: "No es una moto, es una Harley". Desde ese preciso instante quise tener una Harley. Se convirtió en un sueño inalcanzable mientras iban pasando los años. Como todos los sueños que se escapan en el momento en el que más reales parecen, fueron pasando los años. Me acabé convenciendo de que en la vida, a veces, los sueños son tan solo eso, ensoñaciones. Era imposible que pudiera tener una Harley si nunca tuve moto. Ni scooter, ni tan siquiera un modesto ciclomotor. Saqué el carné de conducir latas pero el ir sobre dos ruedas quedaba en el espacio del mito, de lo que nunca podría alcanzar.
Pasaron las décadas y finalmente subí al "quinto piso". Puede que cada década represente una crisis. Y que la de los ´50 acabe generando pequeñas locuras más o menos incontroladas. Pero finalmente decidí aprender a conducir motos. Qué esfuerzo supuso. Clases y más clases para ser capaz de pasar por las líneas paralelas. Vueltas y más vueltas para lograr batir un cronómetro que nunca entendí el motivo de que existiera. Pavor los primeros días en las prácticas de circulación, convencido de que sería imposible que pudiera procesar tanta información al mismo tiempo. ¡Como para pretender conducir una Harley Davidson!
Finalmente saqué el ansiado A2 y tras un par de meses con una "Jarly Chinison" de 125 llegó el momento de las palabras mayores. A punto estuve de decidirme por comprar una Street nueva. Tan a punto que, de no ser por la diferencia entre el precio "teórico" y el "real" habría firmado. Pero por medio se me cruzó una Kawasaki Vulcan S y cambié de opinión. Tal vez fue ella la que me eligió a mi, a saber. Pero lo cierto es que en el momento en el que me senté sobre ella sentí que iba a ser mi primera moto "de verdad". Desde ese día han pasado dos años. 24 meses en los que hemos recorrido juntos 40 mil kilómetros. Que habrían sido más de no haber aparecido un virus maldito que nos encerró a todos en casa. Y 40 mil kilómetros pensando que, si, era muy feliz con ella, noble, fácil, segura y ágil, pero no, no era una Harley.
Llegamos a 2021 y entro ya en harina, puesto que alguno estaréis hartos ya de leer este aburrido prólogo. 2021 en el que decido que no voy a dejar pasar más tiempo. O más bien una máquina vuelve a ser la que me elige. Puesto que, tras mirar cientos de anuncios y sentarme en algunas, hasta hace dos semanas no había sentido lo mismo que el día que puse mis posaderas en la Vulcan. Harley Davidson Sportster 1200 XL Custom. Nombre, apellido y pedigrí. Sola en un concesionario de latas. Podría decir que sus intermitentes a modo de mandarinas casi me hicieron un guiño. Pero sería un mero recurso poético. De color burdeos. Con los controles adelantados. Y con apenas 7000 kilómetros recorridos en dos años y medio. Y en menos de 24 horas decisión tomada, ni una pandemia mundial ni una nevada histórica en Madrid iba a acabar con un largo sueño a punto de ser alcanzado. Sin probar. Sin andar en ella un solo metro. Valiente o inconsciente, solo el tiempo lo dirá.
Domingo 24 de enero. Peggy, que así he decido que va a llamarse, espera paciente en el garaje. El trayecto desde el concesionario de latas hasta casa ha sido tan solo una mera presentación formal. Unos kilómetros para conocernos y para saber que vamos a llevarnos bien. Pero hoy es por fin el día en el que vamos a intimar. No aviso a nadie de mi grupo de viejunos motorizados para salir. Quiero que sea un momento de intimidad entre Peggy y yo. Sin testigos. Sin que nadie nos distraiga. Aprieto el botón de encendido y tras el consabido susto del novato por el "ingrese pin", consigo ponerla en marcha sin tener que usar el de mi tarjeta bancaria. Tose y se desespereza. A decir verdad tose menos que yo algunas mañanas. Pero es una tos que me suena celestial. Y con ese "clonc" brutal que solo sabe entender el dueño de lo que para tantos motoristas en un trasto pesado, empieza a caminar.
Enfilamos carretera de Burgos. Autovía inmisericorde en la que poco a poco nos vamos calentando ambos. De acuerdo, Peggy, a partir de 120 kilómetros por hora quieres que te ponga una pantalla a modo de abriguito, pero no será hoy. Ni esta semana. Ni tal vez en mucho tiempo. Cinco marchas eternas, que a veces hacen olvidar en la que vas. ¿Bajas a cuarta? No te preocupes, voy a seguir meciéndote. Porque eso es lo que siento al salir hacia Guadix de la Sierra. Mecido con un traqueteo que me dice que Peggy está viva. ¿Cuántas veces en cuarenta años he leído acerca de la personalidad de una Harley Davidson? ¿Una máquina puede tener personalidad? Pues si, ciertamente tantos y tantos ríos de tinta no se equivocaban. El corazón es un músculo que late con una cadencia reconocible y la Harley late de forma similar a un ser vivo. Su propio ritmo, sin duda, pero tan excitante que lleva a sorprenderme hablándole dentro del casco a un artefacto de 270 kilos.
Subimos hacia Miraflores de la Sierra y el sonido de Peggy ya es una sinfonía. Afrontando curva tras curva sin llegar a rozar con las estriberas el suelo en ningún momento. Algo que era prácticamente mi única duda ante su elección. Y de allí a Bustarviejo, calentándonos juntos y cerrando el paso a un frío que no nos va a amedrentar. Peggy y yo ya somos uno y siento que sonreímos juntos. Aprieta más fuerte, me dice cuando toco el freno trasero, sin miedo y sin dejar de apretarme delante. La entiendo con rapidez y asumo que ese es su idioma "frenil". Me levanto la pantalla del casco según llegamos a Torrelaguna y me parece escuchar mezclado con su música un "¿quieres más? Pide lo que quieras". Y le pido. Le pido que siga conmigo a partir de ahora haciéndome tan feliz como durante los primeros 150 kilómetros que hemos compartido juntos.
Miro hacia atrás al dejarla descansar de nuevo en el garaje. Y creo que me sonríe. ¿Ves? Ha tardado mucho pero al final ha llegado. Ya nos conocemos y seguro que vamos a ser mucho más que amigos.
Seguramente para la mayoría de los que constituís este foro todas estas sensaciones no son nuevas. Pero tal vez pases por aquí como yo en tantas ocasiones. Pensando si de verdad es buena idea decidirte por un sueño que no es barato, ni fácil de alcanzar. Preguntándote si realmente merece la pena dejarte llevar por algo que parece ser más mitológico que real. Si es así, solo puedo decirte una cosa: hoy ha sido el día más feliz que recuerdo de mi vida. Y si hay algo que lo hace aun más especial es que sé que se va a repetir de ahora en adelante.
Muchas gracias a todos los que me habéis ayudado a decidirme con vuestros miles de mensajes en el foro. Y perdonad el tarugo que os he soltado. (Pongo algunas fotos de Peggy para intentar que sea menos ladrillo...)
Birras y Vsss....