De cómo irse a Zamora por las buenas I

josemariasanz

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Los días 10, 11 y 12 de abril Darix y yo nos hemos marcado una ruta de tres días fuera de casa. Un reto para nuestras máquinas (Marauder GZ250 y Harley-Davidson Street XG750) y para nosotros mismos.

El plan

El plan de viaje se componía de diversos tramos: la ida hasta el campamento base, la ruta hasta el castillo de Bragança y la vuelta a casa. El plan era complicado porque quería conjugar la parte familiar con la idea de la ruta. Afortunadamente todo salió bien ya que la estrategia funcionó perfectamente. Gracias a Dios no hubo que echar mano de las soluciones de emergencia en ningún caso (grúas, ambulancias, Guardia Civil, accidentes, hurtos… nada).

El viaje de ida

El viaje de ida comenzó a las 8:25 del lunes, cuando salí a la calle con la Street 750. Llegué a la Rotonda de los Arcos, Plaza de las Reales Academias, Glorieta de la Vaguada o Darix Roundabout a las 9:15 con un tráfico parecido al de un sábado, ya que las vacaciones escolares tienen como virtud despejar las calles y accesos de Madrid. Tras un brevísimo saludo salimos disparados por la M-30 y N-VI hasta el desvío hacia El Escorial.

La primera parada fue en Magalia, bar de carretera en Las Navas del Marqués, ya en la provincia de Ávila, donde nos cepillamos sendos bizcochos y tortillas. Atravesada que fue la cuna de Santa Teresa de Jesús, la segunda parada fue en Salamanca. Desde ahí nos faltaban ya pocos kilómetros para alcanzar Fuentelcarnero, pueblo que nos sirvió como base de operaciones, al alimón con Villalalbo, unas leguas más adelante. 273 km tranquileados al sol de la mañana, rematados por ese último paseo por la Vía de la Plata.

El tiempo

Siempre soleado, con aire limpio, el tiempo nos ha acompañado durante estos tres días. La primavera y los cambios de temperatura según la hora del día, la ropa que llevas puesta y la que no llevas puesta. A veces es difícil acertar porque no es lo mismo estar parado en un semáforo en Salamanca que circulando a 80 km/h en el puerto de Valdelavía a 1400 y pico metros.

No hemos visto lluvia pero sí hemos visto algo de viento racheado en el viaje de vuelta del día 12. Tampoco ha sido demasiado pero en ocasiones se ha dejado sentir.

La moto

La Harley-Davidson Street XG750 se ha portado muy bien. Ha sido como un toro bravo. No ha abierto la boca en todo el tiempo ni se ha quejado lo más mínimo. Solo ha pedido gasolina cada 200 km, aproximadamente. No ha habido resbalones, ni derrapes (como aquella vez bajando las Siete Revueltas). En ocasiones he aludido a su potencia y la ha entregado sin problemas, incluso en sexta velocidad. Para mi esta motocicleta tiene un nivel de fiabilidad impresionante. No sabe el lector lo que supone para mi viajar en moto sin preocuparme en absoluto de si las cosas van a funcionar o no. Es cierto que vengo de una historia terrible con la Marauder GZ250, pero esto de ahora… es otra historia.

La carretera

En la medida de lo posible no hemos tocado autovías. No highways. Lo justo para salir de Madrid y lo justo para entrar, ya que a la vuelta, parados en El Escorial, vimos más conveniente volver por la A-6 debido a que eran muchos los coches que venían de frente por la 505. Iba a ser mejor así, y así creemos que ha sido.

Principalmente hemos recorrido carreteras nacionales, autonómicas y provinciales, además de alguna local. En Portugal, de la misma manera que en España, hemos pisado alguna autovía, pero solo en la justa medida para que sirviera a nuestros fines.

Harley-Davidson es una marca de motocicletas en cuya formulación de Misión, Visión y Valores alude a las vías de alta velocidad como foco de desarrollo de sus productos, pero yo sigo sin ver HD rodando por autovías. Tanta gente que presume de poseer una Harley también presume de carreteras secundarias. ¿Estilo Harley-Davidson? ¿Estilo propio? ¿Es la Street 750 una Harley? En fin, las preguntas recurrentes y las consabidas respuestas no hacen sino contribuir al mantenimiento de mi sonrisa, porque, en este caso, mi Harley soy yo. En otros casos, no lo sé.

Destaco un tramo de carretera que me pareció precioso y curioso. Es el tramo que tomamos para ir desde San Pedro de la Nave hasta Tábara. Me pareció que aquel tramo era un camino de concentración, pero asfaltado. Me da rabia no haber parado para tomar una foto en la que se aprecia la ondulación del terreno en primer término, en segundo y en tercero. Una foto de esas que sacan en los anuncios de motos. Justo ahí, en ese trozo de carretera, se me cruzó un lagarto -digo yo que era un lagarto o algún espécimen similar- de un increíble color verde fosforito, de más de cincuenta centímetros. Precioso.

También destaco la carretera nacional portuguesa que tomamos para ir desde Bragança hasta Miranda do Douro. Un paisaje espectacular, entre abierto y cerrado, con caudales de agua en el fondo de los barrancos y algunos fuegos provocados de los que se ocupaban como podían. El que quema el monte es un criminal.

Lo que no vimos

A mí no me importa no verlo todo. Es que justo aquí al lado hay una ermita, es que un poco más allá hay un monasterio. ¿Pero es que no habéis entrado a ver el museo? Pues no. -A mí no me gusta rebañar el yogurt. Así se lo explicaba a Darío, sentados frente al Castillo de Bragança. Los niños no dejan el yogurt hasta que no queda nada, entendiendo por nada ese punto en el que ya no hay materia comestible. Yo pienso que ya habrá otra ocasión de volver. Y si no hubiera ocasión, pues nada, ya buscaré la forma de sobrevivir al trauma de no haber estado en tal o cual lugar. Yo creo que en los viajes hay que disfrutar, ir tranquilo y agobiarse por nada.
 
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