moriwoki
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He estado un poco apartado, ocupado con otros asuntos, relacionados con la moto, desde luego. Para compensar un poco este paréntesis, quiero traeros una prueba a la que hemos dedicado en Portalmotos un especial cariño y esmero: La de la V-Rod Muscle.
Como suele ser nuestra costumbre, colocamos por un lado el estudio principal de la moto, en este caso llevado a cabo por mi compañero José Ángel, y por otro lado una segunda opinión que para esta obra de arte le ha correspondido al que os escribo. Os dejo en este post la primera parte de la prueba principal, la de José Ángel.
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LOS CABALLOS BASTARDOS DE HARLEY
Los vaivenes del metro me obligan a un baile inapetente: la incomodidad es absoluta, me siento amontonado y privado de una dignidad que me ha quedado tras las puertas correderas. Viajar en un transporte tan masivo y urbano vestido de motero y con el casco en la mano, además de ridículo, me resulta francamente desagradable. Viene a mi cabeza el anuncio ése de la tele: “Hay que ver qué rápido y qué cómodo es viajar en metro".
¡Pues para los que no tienen moto!
En fin, las circunstancias mandan, tengo que recoger la V ROD Muscle y Tomás me espera para dejarla allí, en el lugar convenido, y llevarse la suya propia. Llego al punto de la cita y veo la moto de Tomás, pero ni rastro de él. Cuando probé la XR1200 X, lo hice cargado de prejuicios, y cuando me bajé de ella, me di cuenta de que no me quedaba más remedio que comérmelos. Al encuentro con esta otra creación “extraña” de Harley vengo con ganas de aprender y limpio de objeciones.
Finalmente llega Tomás, se detiene a mi lado, se quita el casco y parece ser que me habla. Bla, bla, bla….
Yo no le escucho.
Tan sólo está ella.
-¿Pero esto que es?- No había visto nunca una Muscle en vivo y al tacto. Simplemente me impresiona. El dato en sí resulta suficientemente significativo: es la primera vez que me encuentro ante una HD al ralentí y ni me doy cuenta del sonido. Como me gusta ese aire maligno de algunos modelos de la MoCo, parece que desprenden un tufo a azufre, tienen un halo diabólico que es incluso capaz de transformar al que va encima de ellas. El mismo Tomás se baja de la Muscle como un enviado del infierno, un excomulgado transeúnte del lado oscuro, y al acercarse a su cuidadísima GT, vuelve a convertirse en un padre de familia con una vida planificada y responsable, con los riesgos vulgares y corrientes.
Finalmente le atiendo, cambiamos impresiones, nos traspasamos muy brevemente información, y una vez que por fin ha soltado la Harley, le vienen a la cabeza sus obligaciones y sus prisas.
Nos despedimos y me quedo yo, a solas con la bestia. Simplemente es bellísima, es un estandarte del estilo “menos es más”.
Tengo la sensación de estar ante un monstruo, un atalaje largo, muy largo.
Toda su pintura en negro mate, sus metales, magníficos pero con escasas concesiones al cromo. Rezuma maldad, aunque no en la misma forma que una de las tres más negras de Harley; ésta es como un caballo que te está mirando de reojo esperando cualquier excusa para salir desbocado. La inspiración de esta moto reside claramente en las carreras de dragsters y, estéticamente, sólo se echa en falta la enorme cola trasera de estabilización. Paso mis manos por sus superficies abultadas, musculosas, acaricio con las palmas todas sus líneas y me maravillo con detalles como los intermitentes delanteros, integrados en los mástiles curvos de los retrovisores, una solución práctica en principio que sin embargo se revela como auténtica genialidad al verlos activos con su cadente incandescencia. Los traseros forman parte piloto curvado a lo largo de todo el perfil de la aleta postiza, sin sobresalir un solo milímetro, porque la verdadera es necesariamente llamativamente ancha para cubrir una rueda trasera grande. ¿He dicho grande?: Es inmensa y de un perfil bajísimo. Una ingente cantidad de goma para llevar al asfalto, para no dejar en el vacío ni uno sólo de los 115 CV que guarda el corazón del Revolution. Un litro y cuarto de motor refrigerado por agua, el único de la marca, de la familia VRSC. Los gases escapan repartidos a través de sendos tubos que, a diferencia de otras V ROD, se colocan a ambos lados de la moto. Llama la atención su extraordinaria longitud y están rematados con unas colas de metal sin pulir, en sección cuadrada y con los vértices redondeados.
Vuelvo a acariciarla, y al llegar al falso depósito -el verdadero se encuentra bajo el asiento- aparto mis manos como si hubiera recibido un desagradable calambrazo.
¡Es Plástico! Sacudo la cabeza y mirándola me digo: Mal, muy mal.
¿Qué pinta este inmundo material cubriendo una joya del diseño como ésta? Incomprensible en una moto que pesa casi 300 kgs en vacío. Sin embargo, finalmente la vista gana al tacto, el conjunto del falso depósito con sus rejillas de admisión a ambos lados y el logo de la marca es de lo más conseguido: Una pequeña seña de identidad.
El cuadro de relojes tiene un aire Porsche, en versión reducida, claro está; y esto me hace recordar cuando Harley Davidson hizo en 2001 la presentación de la primera V ROD. Causó toda una conmoción: el primer motor que fabricaban abandonando la idea del aire para refrigerarlo. Para el diseño de este revolucionario propulsor, dentro del mundo Harley, se unieron con Porsche. Sin miserias: unión entre grandes y para que quede claro quién es el más chulo del barrio, se fueron al Salón de la Moto de Tokio para hacer la presentación del modelo en sociedad.
Haciendo amigos: Por un lado los incondicionales de la marca renegando de esta revolución mecánica y por otro los japoneses viendo como venían a vacilarlos a su propia casa. Los alemanes colaboraron en la adaptación a la calle del motor VR 1000, el usado por las Superbikes de competición de Harley Davidson, un proyecto que se llevaba fraguando durante años con bastante secretismo.
Absorto en estos pensamientos y esbozando por ellos una soslayada sonrisa de malicia, escucho a mi espalda una voz aguda y un tanto fatigada:
–Felicidades, vaya moto tiene usted.
Un venerable anciano apoyado en su bastón, vestido con un impecable abrigo largo y tocado con su gorra de chulapo, se dirige a mi sin apartar la vista de la moto.
–No había visto nada igual. ¿Es suya?
-De momento sí – respondí sobrepasado por la vanidad.
-Disfrútela y tenga cuidado porque es muy bonita. Impresiona
Se despide amablemente y se marcha sin hacer una sola referencia a su fuerza, su aceleración, a su velocidad; tan sólo a su estética.
Vuelvo a centrarme en ella y repaso ahora el asiento. Excelente terminación en cuero y, como en otros modelos, con ese pequeño anexo que simula un biplaza, pero en el que únicamente caben las posaderas de un gnomo. ¡Será por falta de espacio! Con todo el que hemos señalado que presenta la aleta trasera: sólo algo más de generosidad hubiera sido suficiente para poder sentarse con un digno apoyo. Aunque aprovecho el momento para manifestar que, personalmente, me gustan mucho los monoplazas puros. Si tiras de él por uno de sus laterales, el asiento se levanta lateralmente como el capó de un coche y en su interior descubrimos el tapón del combustible. ¡Como si la moto no constituyese en sí suficiente espectáculo cuando llegas a una gasolinera! A pesar del espacio limitado para poder llevar paquete, sí hay estriberas para él, pero son tan pequeñas que es fácil que puedan acabar apoyando los pies sobre las colas de los escapes.
Me siento y rápidamente me olvido de todo lo anterior. Yo soy el que conduce, y me adapto perfectamente; pero lo primero que me llama la atención es el resalte trasero del propio asiento, haciendo tope con la rabadilla, una seria advertencia de que la aceleración de este bicho no es ningún tonteo.
CONTINÚA...
Como suele ser nuestra costumbre, colocamos por un lado el estudio principal de la moto, en este caso llevado a cabo por mi compañero José Ángel, y por otro lado una segunda opinión que para esta obra de arte le ha correspondido al que os escribo. Os dejo en este post la primera parte de la prueba principal, la de José Ángel.
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LOS CABALLOS BASTARDOS DE HARLEY
Los vaivenes del metro me obligan a un baile inapetente: la incomodidad es absoluta, me siento amontonado y privado de una dignidad que me ha quedado tras las puertas correderas. Viajar en un transporte tan masivo y urbano vestido de motero y con el casco en la mano, además de ridículo, me resulta francamente desagradable. Viene a mi cabeza el anuncio ése de la tele: “Hay que ver qué rápido y qué cómodo es viajar en metro".
¡Pues para los que no tienen moto!
En fin, las circunstancias mandan, tengo que recoger la V ROD Muscle y Tomás me espera para dejarla allí, en el lugar convenido, y llevarse la suya propia. Llego al punto de la cita y veo la moto de Tomás, pero ni rastro de él. Cuando probé la XR1200 X, lo hice cargado de prejuicios, y cuando me bajé de ella, me di cuenta de que no me quedaba más remedio que comérmelos. Al encuentro con esta otra creación “extraña” de Harley vengo con ganas de aprender y limpio de objeciones.
Finalmente llega Tomás, se detiene a mi lado, se quita el casco y parece ser que me habla. Bla, bla, bla….
Yo no le escucho.
Tan sólo está ella.
-¿Pero esto que es?- No había visto nunca una Muscle en vivo y al tacto. Simplemente me impresiona. El dato en sí resulta suficientemente significativo: es la primera vez que me encuentro ante una HD al ralentí y ni me doy cuenta del sonido. Como me gusta ese aire maligno de algunos modelos de la MoCo, parece que desprenden un tufo a azufre, tienen un halo diabólico que es incluso capaz de transformar al que va encima de ellas. El mismo Tomás se baja de la Muscle como un enviado del infierno, un excomulgado transeúnte del lado oscuro, y al acercarse a su cuidadísima GT, vuelve a convertirse en un padre de familia con una vida planificada y responsable, con los riesgos vulgares y corrientes.
Finalmente le atiendo, cambiamos impresiones, nos traspasamos muy brevemente información, y una vez que por fin ha soltado la Harley, le vienen a la cabeza sus obligaciones y sus prisas.
Nos despedimos y me quedo yo, a solas con la bestia. Simplemente es bellísima, es un estandarte del estilo “menos es más”.
Tengo la sensación de estar ante un monstruo, un atalaje largo, muy largo.
Toda su pintura en negro mate, sus metales, magníficos pero con escasas concesiones al cromo. Rezuma maldad, aunque no en la misma forma que una de las tres más negras de Harley; ésta es como un caballo que te está mirando de reojo esperando cualquier excusa para salir desbocado. La inspiración de esta moto reside claramente en las carreras de dragsters y, estéticamente, sólo se echa en falta la enorme cola trasera de estabilización. Paso mis manos por sus superficies abultadas, musculosas, acaricio con las palmas todas sus líneas y me maravillo con detalles como los intermitentes delanteros, integrados en los mástiles curvos de los retrovisores, una solución práctica en principio que sin embargo se revela como auténtica genialidad al verlos activos con su cadente incandescencia. Los traseros forman parte piloto curvado a lo largo de todo el perfil de la aleta postiza, sin sobresalir un solo milímetro, porque la verdadera es necesariamente llamativamente ancha para cubrir una rueda trasera grande. ¿He dicho grande?: Es inmensa y de un perfil bajísimo. Una ingente cantidad de goma para llevar al asfalto, para no dejar en el vacío ni uno sólo de los 115 CV que guarda el corazón del Revolution. Un litro y cuarto de motor refrigerado por agua, el único de la marca, de la familia VRSC. Los gases escapan repartidos a través de sendos tubos que, a diferencia de otras V ROD, se colocan a ambos lados de la moto. Llama la atención su extraordinaria longitud y están rematados con unas colas de metal sin pulir, en sección cuadrada y con los vértices redondeados.
Vuelvo a acariciarla, y al llegar al falso depósito -el verdadero se encuentra bajo el asiento- aparto mis manos como si hubiera recibido un desagradable calambrazo.
¡Es Plástico! Sacudo la cabeza y mirándola me digo: Mal, muy mal.
¿Qué pinta este inmundo material cubriendo una joya del diseño como ésta? Incomprensible en una moto que pesa casi 300 kgs en vacío. Sin embargo, finalmente la vista gana al tacto, el conjunto del falso depósito con sus rejillas de admisión a ambos lados y el logo de la marca es de lo más conseguido: Una pequeña seña de identidad.
El cuadro de relojes tiene un aire Porsche, en versión reducida, claro está; y esto me hace recordar cuando Harley Davidson hizo en 2001 la presentación de la primera V ROD. Causó toda una conmoción: el primer motor que fabricaban abandonando la idea del aire para refrigerarlo. Para el diseño de este revolucionario propulsor, dentro del mundo Harley, se unieron con Porsche. Sin miserias: unión entre grandes y para que quede claro quién es el más chulo del barrio, se fueron al Salón de la Moto de Tokio para hacer la presentación del modelo en sociedad.
Haciendo amigos: Por un lado los incondicionales de la marca renegando de esta revolución mecánica y por otro los japoneses viendo como venían a vacilarlos a su propia casa. Los alemanes colaboraron en la adaptación a la calle del motor VR 1000, el usado por las Superbikes de competición de Harley Davidson, un proyecto que se llevaba fraguando durante años con bastante secretismo.
Absorto en estos pensamientos y esbozando por ellos una soslayada sonrisa de malicia, escucho a mi espalda una voz aguda y un tanto fatigada:
–Felicidades, vaya moto tiene usted.
Un venerable anciano apoyado en su bastón, vestido con un impecable abrigo largo y tocado con su gorra de chulapo, se dirige a mi sin apartar la vista de la moto.
–No había visto nada igual. ¿Es suya?
-De momento sí – respondí sobrepasado por la vanidad.
-Disfrútela y tenga cuidado porque es muy bonita. Impresiona
Se despide amablemente y se marcha sin hacer una sola referencia a su fuerza, su aceleración, a su velocidad; tan sólo a su estética.
Vuelvo a centrarme en ella y repaso ahora el asiento. Excelente terminación en cuero y, como en otros modelos, con ese pequeño anexo que simula un biplaza, pero en el que únicamente caben las posaderas de un gnomo. ¡Será por falta de espacio! Con todo el que hemos señalado que presenta la aleta trasera: sólo algo más de generosidad hubiera sido suficiente para poder sentarse con un digno apoyo. Aunque aprovecho el momento para manifestar que, personalmente, me gustan mucho los monoplazas puros. Si tiras de él por uno de sus laterales, el asiento se levanta lateralmente como el capó de un coche y en su interior descubrimos el tapón del combustible. ¡Como si la moto no constituyese en sí suficiente espectáculo cuando llegas a una gasolinera! A pesar del espacio limitado para poder llevar paquete, sí hay estriberas para él, pero son tan pequeñas que es fácil que puedan acabar apoyando los pies sobre las colas de los escapes.
Me siento y rápidamente me olvido de todo lo anterior. Yo soy el que conduce, y me adapto perfectamente; pero lo primero que me llama la atención es el resalte trasero del propio asiento, haciendo tope con la rabadilla, una seria advertencia de que la aceleración de este bicho no es ningún tonteo.
CONTINÚA...